En vísperas del Año Nuevo, es necesario hacer una reflexión sobre lo que representó el 2024 para el sector turismo y lo que depara el 2025 a esta importante industria que no termina de recuperarse de los terribles efectos de la pandemia. Incertidumbre es la palabra que describe el sentir de gran parte del ecosistema turístico.
El 2024 fue un año marcado por retos que evidencian la falta de un norte claro para el sector. La sensación de inseguridad en los destinos turísticos y la creciente informalidad en los servicios, agravada por la ausencia de una fiscalización efectiva, son problemas que golpean directamente la confianza de los visitantes.
Por otro lado, la inexistencia de un plan estratégico actualizado, como el PENTUR, refleja un preocupante estancamiento. Mientras otros países de la región avanzan hacia la recuperación, nosotros seguimos rezagados, sin alcanzar las cifras prepandemia.
La situación del nuevo aeropuerto Jorge Chávez es otro reflejo de esta falta de organización. Las dificultades para garantizar su adecuada operatividad y el pedido de nuevos aplazamientos para su inauguración generan un clima de desconfianza que afecta tanto a operadores como a turistas.
Asimismo, eventos como la caída del sistema de venta de boletos de ingreso a Machu Picchu y la falta de entradas disponibles para el 2025 reavivan problemas históricos como el acaparamiento y las mafias de reventa, afectando la imagen del principal atractivo turístico del Perú.
Obras paralizadas o sin avances significativos, como el Aeropuerto de Chinchero, los teleféricos de Choquequirao y del Cerro San Cristóbal, y el centro de visitantes de Machu Picchu, reflejan una preocupante ineficiencia en la gestión pública. A ello se suma la falta de concesiones clave, como la del Centro de Convenciones de Lima, lo que limita el potencial del turismo de reuniones, un segmento en crecimiento global.
Más allá de los premios y reconocimientos internacionales, aplaudidos porque suman a la promoción turística, para que el 2025 marque un punto de inflexión, es imperativo atender estas necesidades estructurales.
Se requiere fortalecer la conectividad aérea con mejores aeropuertos, nuevas rutas interregionales y mayor participación de aerolíneas extranjeras. Además, diversificar la oferta turística es crucial, promoviendo destinos más allá del circuito sur y enfocándose en segmentos con alto potencial, como el turismo de naturaleza, aventura, reuniones y lujo.
Todos compartimos el optimismo de un mejor 2025, pero esto solo será posible con liderazgo y compromiso desde el Ejecutivo, los gobiernos regionales y locales. Es indispensable trabajar de la mano con el sector privado, designar a profesionales capaces, honestos y con experiencia en puestos clave y priorizar la transparencia. Sin estas acciones concretas, seguiremos atrapados en la inercia de los mismos problemas.
Señora ministra de Comercio Exterior y Turismo, Desilú León, haga una pausa en sus actividades y reflexione sobre el legado que quiere dejar de su paso por el Mincetur, reformule sus estrategias y haga una reingeniería en los puestos claves de su institución, también en PromPerú y Copesco. Señor ministro de Cultura: atienda la solicitud de los operadores turísticos y habilite con tiempo la disponibilidad de entradas a Machu Picchu. Y señor ministro de Transportes, destrabe de una buena vez y acelere los proyectos de infraestructura que tanto necesita el país en general y el turismo en particular.
El turismo peruano tiene un potencial inmenso, pero requiere una visión compartida y esfuerzos coordinados para convertirse en un motor real de desarrollo. Que este nuevo año sea el inicio de ese cambio tan necesario y que por fin logremos llegar y, si Dios lo permite, superar las cifras prepandemia para beneficio de todos.
¡Feliz y próspero 2025!
Juan Carlos Castro
Director de Turiweb
juancarlos@turiweb.pe