Teniendo en cuenta las desalentadoras cifras finales del año 2019, con un decrecimiento de -1.1% del turismo receptivo en Perú y un escueto incremento de 0.7% en las visitas a Machu Picchu, según las estadísticas oficiales del Ministerio de Comercio Exterior y Turismo (Mincetur), resulta poco creíble alcanzar la meta trazada por el gobierno de cerrar el 2020 con un 10% de crecimiento.
Esta duda, compartida por muchos en el sector turismo, también fue planteada por el diario El Comercio en un informe publicado ayer: “Si Machu Picchu no avanza ni 1%, ¿cómo lo hará el resto del país para que el promedio general sea de 10%?” Peor aún, en tiempos de coronavirus, pobre infraestructura turística en el país y con nuestros principales aeropuertos congestionados, como el Jorge Chávez y el Velasco Astete de Cusco.
En ese sentido, el suplemento Día 1 de El Comercio recogió la opinión de algunos especialistas sobre esta compleja coyuntura y detectó que hay optimistas que consideran posible lograr un crecimiento, tal vez no al 10%, pero sí avanzar a nivel nacional y, sobre todo, gracias al Cusco.
Uno de ellos es Carlos Milla, presidente de la Cámara Regional de Turismo de Cusco (Cartuc). Para él, de un tiempo a esta parte se están desarrollando otros atractivos en la región, más allá de Machu Picchu, como la Montaña de Siete Colores, que ha llegado a recibir varios miles de visitantes por día.
“Si se consolidan nuevos ‘productos turísticos’, como Choquequirao, por ejemplo, en la selva cusqueña, y se diversifica la oferta, el potencial para crecer es muy alto y puede ser una palanca para los demás destinos del país, a través del ‘hub’ en el que ya se ha convertido el Velasco Astete”, explicó Milla.
El aeropuerto cusqueño ya se conecta de forma directa con seis destinos nacionales, alimentando a ciudades como Pisco e Iquitos, y con cuatro internacionales en Colombia, Bolivia (2) y Chile. Es más, el CEO de Viva Air Perú, Stephen Rapp, reveló que prevén incrementar a cuatro sus vuelos diarios entre Lima y Cusco, y no descartan una conexión internacional directa que una a la ciudad imperial con Medellín o Bogotá.
Por si fuera poco, aerolíneas como GOL están interesadas en conectar la Ciudad Imperial con Brasil, mientras que Latam ha estudiado unirla con Argentina, según ha dicho Roger Valencia, ex titular del Mincetur. Pero ¿cómo se concilia todo esto con el déficit de infraestructura que hemos descrito?
Precisamente, Valencia ha sido gestor de un plan que propone administrar de manera más eficiente en medio de la congestión. Por ejemplo, señaló que destinos como Machu Picchu pueden mejorar su flujo de visitas con un modelo de cinco accesos que liberen el –por ahora– único ingreso ferroviario. Uno de esos accesos puede ser a través de Santa Teresa, distrito de la ceja de selva cusqueña.
En la misma línea, aunque con una propuesta más avezada, el Mincetur propuso –hace casi una década– ‘iluminar’ la Ciudadela Inca para promover sus visitas nocturnas, y, más cerca en el tiempo, acotar el recorrido de los turistas por el complejo a una o dos horas para agilizar el tráfico de turistas. Al parecer, opciones hay para ‘masificar’ el Cusco y repotenciarlo como motor del mercado receptivo hacia todo el país. ¿Sería suficiente?
Por su parte, Fredy Gamarra, gerente general de la Asociación de Hoteles, Restaurantes y Afines (Ahora Perú), consideró que la tarea más urgente está en potenciar los ‘pobres productos turísticos’ que tenemos –por citar un par de casos– en el norte y el oriente.
“Sin infraestructura y con desorden e informalidad, las playas de Máncora se han convertido en visita ‘casi obligada’ para los ecuatorianos y, con limitaciones similares, Iquitos cautiva a los norteamericanos. ¿Qué pasaría si se les potencia?”, comentó.
En tanto, Carlos Gutiérrez, gerente general de la Asociación de Empresas de Transporte Aéreo Internacional (Aetai), hizo una reflexión: “Alimentar el Cusco es válido, pero no será útil sin una red de vuelos interregionales hacia las provincias”.